viernes, 20 de marzo de 2009

Teoría de cuerdas, supercuerdas y el problema de la gravedad


Esta mañana he desayunado bien y me siento aguerrido filósofo de la ciencia capaz de tener la osadía de plantearme problemas irrepresentables en laboratorio aún careciendo irremediablemente de un lugar donde practicar ensayos de ningún tipo o experimentar sobre todo aquello que me atrevo a acometer con toda la ligereza del ignorante alejado del suficiente fundamento académico o escolástico convencional para hablar, aún así hablo.


Hablo y de hecho no me callo ni me importa equivocarme o que me tachen de intrusismo sapiencial. Meditar es libre y es gratis, no perjudica más que leer y no contamina. El subproducto de esta sana y nada rentable costumbre es una cadena de conclusiones que de vez en cuando es bueno consolidar bajo algún soporte (aunque sólo sea para reírse dentro de unos años de la osadía de la juventud), y que sin ánimo de perjudicar a nadie, iré introduciendo y desgranando en este blog con el fin de contribuir en aquel que aquí se asome, a encender esa chispa de curiosidad y esa llama de incertidumbre que ilumina los pasos en la vida hacia una existencia más integral, humana, respetuosa y razonada.


Las teorías de cuerdas, supercuerdas y supercuerdas M tampoco se pueden calentar en tubos de ensayo sobre el mechero de Bunsen y sin embargo, la comunidad científica las acepta porque son suficientemente extravagantes como para captar la atención del público y también porque responden de alguna manera a fenómenos que no se han podido explicar ni cuantificar como por ejemplo, el fenómeno de la gravedad. Teorías que se aceptan principalmente para justificar los fondos destinados a la investigación en astrofísica. La única evidencia a favor de la veracidad de las mismas son los honorarios de los máximos eruditos, y, una jerga bien encriptada para que nadie ose discutir interminables años de sacrificada docencia.



Están en su derecho de hacer fructificar sus esfuerzos y yo en el mío de maltratar caras carreras, demagogia barata, teología de la ciencia y teogonías varias. Si alguien desea una somera introducción al significado y significante de estas teorías puede hacer una visita rápida y encontrar enlaces interesantes en
http://es.wikipedia.org/wiki/Cuerdas_cósmicas.

Transcribo la introducción:


"La teoría de cuerdas es un modelo fundamental de la física que básicamente afirma que todas las partículas son en realidad expresiones de un objeto básico unidimensional extendido llamado "cuerda" o "filamento".

De acuerdo con esta propuesta, un electrón no es un "punto" sin estructura interna y de dimensión cero, sino una cuerda minúscula que vibra en un espacio-tiempo de más de cuatro dimensiones. Un punto no puede hacer nada más que moverse en un espacio tridimensional. De acuerdo con esta teoría a nivel "microscópico" se percibiría que el electrón no es en realidad un punto, sino una cuerda en forma de lazo. Una cuerda puede hacer algo además de moverse, puede oscilar de diferentes maneras. Si oscila de cierta manera, entonces, macroscópicamente veríamos un electrón; pero si oscila de otra manera, entonces veríamos un fotón, o un quark, o cualquier otra partícula del modelo estándar. Esta teoría, ampliada con otras como la de las supercuerdas o la Teoría M pretenden alejarse de la concepción del punto-partícula. Actualmente, la teoría de cuerdas es la candidata más prometedora para tener una teoría unificada o Teoría del todo, es decir, una teoría capaz de describir todos los fenómenos ocurridos en la naturaleza debido a las cuatro fuerzas fundamentales: la fuerza gravitacional, la fuerza electromagnética y las fuerzas de interacción nuclear fuerte y interacción nuclear fuerte débil."

Los principales ejércitos del mundo ante ciertas evidencias de que la gravedad se puede controlar y que ese control abre expectativas de navegación inimaginables, están volcados en el estudio de esta fuerza y de vez en cuando se escapan filtraciones que parecen a veces destinadas más a encriptar y despistar que a dar luz al asunto. Las últimas filtraciones son este tipo de teorías. Reconozco que mi exposición será simplista y no exenta de vacíos de verosimilitud pero ¿cuántas veces la solución más simple ha demostrado ser la más adecuada? La adecuación evidentemente tampoco me preocupa, pues será algo que pueda demostrarse con suerte dentro del próximo milenio. En éste, podríamos darnos con un canto en los dientes si conseguimos estandarizar vehículos eléctricos y dejar atrás la era del petróleo, sin perecer en el intento. Las cuerdas tratan de explicar las principales discontinuidades que se producen entre los cuatro órdenes de energía observable conocidos: gravitacional, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil. Yo creo que tales discontinuidades no existen y que estos cuatro grandes grupos de fuerzas coexisten en un continuo interactuando e influenciándose entre sí aunque no seamos capaces de interpretar los límites infinitesimales de cada manifestación de materia y energía, y, aparezcan ante nuestra primitiva capacidad de cuantificar la fenomenología de los tránsitos de un grupo a otro bajo la apariencia de saltos abruptos u oscilaciones imposibles de predecir hoy.


Comprendo que este tipo de artículos no son muy de la costumbre de cualquier humanoide común adepto de misas, telediarios, jolgorios nocturnos, mañanas cazariegas y tardes futboleras a la sombra de un buen puro, por ello trataré de ser lo más breve posible y de buscar las palabras más universales que conozco para intentar llegar al menos al bípedo que se haya tomado la molestia y deferencia de interpretar estas líneas. Para ponernos en situación sírvanse recordar las últimas secuencias de la película “Men in Black” protagonizada por el entrañable Will Smith. En ellas se resume toda una cosmovisión que entroncaría budismo tibetano, zen, tao, dogón, popolvú y cuentos egipcios, por mencionar unos pocos que conozco algo. Estas imágenes son el resultado de un magnífico trabajo de animación digital en el que podemos comprobar cómo el tamaño del observador determina unívocamente los principales aspectos de la percepción.

A lo largo de esta película (en apariencia arbitraria, extrovertida y casual pero en sí profundamente filosófica y meditada en clave de humor y esperpento), se desarrolla una trama en torno a una idea que es el eje fundamental de la cosmología que trato de explicar, una idea que es representada magistralmente a través del collar de aquel gato llamado Orión, en el cual se engarzaba la joya exquisita que encerraba toda un universo: “la galaxia se encuentra en el cinturón de Orión” ¿Recuerdan el jeroglífico? sólo unos pocos conocían su significado, tal era Kemet, o sea, el Egipto primigenio y encriptado.

Cualquier egiptólogo pondría el grito en el cielo porque soy (quizás el único) de los que dudan de la piedra roseta como único elemento traductor y puente del antiguo lenguaje jeroglífico egipcio a los más modernos griego y copto. Creo que los jeroglíficos se prestaron a múltiples interpretaciones de pendiendo de las épocas y el entorno en el que fueron interpretados, y que la piedra roseta es una de las últimas y por tanto a mi juicio presumiblemente alejada de la simbología original y contaminada por los intereses político-religiosos del momento en que se grabó.

Toda la película (sólo la primera, las otras me parecen pura comedia sin trasfondo) es una sucesión de conocimientos esotéricos expresados bajo una metáfora tan bien elaborada y elegantemente madurada, seguramente obtenida de la cruda e increíble realidad reflejando fidedignamente las últimas conclusiones de los estudios ufológicos más serios y profundos, intercalando claro está, cierta dosis de efectos holliwoodienses para hacerla digerible y apetecible por el respetable gran público que debe hacer cola en taquilla.

Tanto el cinturón de Orión como el arte de Amarna se deberían interpretar, a mi (entre peculiar y descabellado) modo de ver, de manera literal y escrupulosamente realista, comprendiendo que se buscaba un impacto intuitivo, un mensaje dirigido a impresionar la memoria del observador a través imágenes qué por razones de esfuerzo debían contener cierta carga simbólica paralela a la histórica, pues arte e historia estaban plenamente identificados, pues eran inseparables.

La historia se plasmaba en el arte a través de imágenes destinadas a sensibilizar la imaginación del tono (aire) que pretendían darle a los hechos sus protagonistas (no existía el concepto de artista o subjetividad del artesano), imágenes destinadas a impregnar, impactar, reservar espacio neuronal para una secuencia de registros fuertemente evocadores capaces de transportar al observador al escenario de los hechos y dotarle, si era suficientemente paciente, de la capacidad para razonar en relieve o esgrimir visiones de carácter hiper-realista, algo que a las pragmáticas mentalidades actuales cuesta entender que es posible, es decir, a excitar la imaginación de manera tan desbordada que hacía del observador testigo y co-protagonista más que simplemente lector, y que dejaba su mente preparada, despierta y abierta a los nuevos escenarios correlativos.


Hoy es muy difícil extraer toda esa información porque los relieves gr
abados en la piedra del gran árbol de la vida se han perdido o perdido la mayor parte de su expresión al desaparecer los colores con los que se solían impregnar, y un buen grosor debido al paso del tiempo, ¡claro! los que no han sido extraídos de su contexto haciendo imposible seguir una correlación, o que no han sido sistemáticamente destruidos para tratar de ocultar definitivamente los incómodos conocimientos que transmitieron.

El filme que nos traía, muestra en clave de comedia lo ínfimos que somos y que todo cabe en una parte, el universo en un punto, lo macro en lo micro, y viceversa… Y como colofón, por si alguien no había pillado el chiste, al final desenrosca lo que de modo recursivo (enroscado en sí mismo) ha ido entretejiendo subliminalmente y yo estimo que de manera sublime, esa última secuencia donde la cámara virtual se va alejando de la escena, de la ciudad, del país, del continente, del planeta, del sistema solar, de la galaxia, del cúmulo de gal
axias, del universo, del tejido cósmico espacio-temporal y finalmente de unas canicas cristalinas con las que juegan una entidades biológicas tan humanas o tan extrañas como queramos imaginar, pues tal vez la imaginación sea ese puente transdimensional tan afanosamente buscado como desapercibido e infravalorado por estar ahí siempre al alcance de todos, o más particularmente, de los niños espirituales, esa herramienta capaz de llevarnos de lo macro a lo micro y viceversa en un abrir y cerrar de ojos, del todo a la nada, del nunca al siempre, del mañana al ayer.

Físicos y metafísicos eruditos de todas las potencias se esfuerzan en demostrar tanto lo evidente como lo imposible en un acto de vanidad sin precedentes, quieren experimentar lo irrepetible pero las simulaciones ofrecen resultados a la carta, se desdeña la dinámica del pensamiento introspectivo por incoherente con una realidad heredada de la incontable cadena de desastres provocados ecológicos y humanitarios que constituye la historia. Pretenden explicar la naturaleza y el cosmos haciendo encajar la realidad a las medidas de nuestras precarias matemáticas en vez de elaborar una matemática, alternativa menos determinista o en su defecto un lenguaje cognoscitivo capaz de describir el entorno en su esencia en lugar de en su apariencia cuantificable.

Porque la esencia de las cosas no es cuántica, es simbólica. El átomo como el sistema solar existen como unidades de medida con que comparar entidades dentro de sus respectivos órdenes pero no existen en definición como algo indivisible el primero y como algo con claras fronteras el segundo, pues toda partícula por ínfima que nos parezca es divisible, y porque ningún sistema está aislado, todo sistema contiene subsistemas y está enmarcado en sistemas mayores así como existen multitud de otros sistemas de transición que rompen la dinámica de conjuntos, así se ha demostrado siempre.

Si no encontramos la partícula infinitesimal o encontramos lagunas del universo que no podemos observar, describiremos su trayectoria, su cuerda, sus efectos pero la partícula además de infinitamen
te divisible podría ser, si nos acercáramos lo suficiente o si fuéramos suficientemente pequeños para verla, un pequeño planeta azul, tal vez con un poco de suerte (1/10.000 de posibilidades, bastante menos de que toque la bonoloto), superpoblado de ociosas unidades de carbono capaces de elucubrar universos atrapados en sus bayetas del polvo.

Por otra parte, el salto energético más abrupto, en cuanto a partículas subatómicas se refiere, parece corresponder al electrón, de ahí que cuando controlemos su flujo a nivel de partícula, estaremos en condiciones de implementar por ejemplo, la informática cuántica, para hacernos una idea, terabytes (1.024 GB) en fracciones de segundo, o en milímetros cuadrados de soporte. El problema surge cuando tratamos de relacionar estos cuantos de energía electrónica con el de las partículas nucleares, las diferencia es tan enorme que en vez de salto hemos de calificarlo de discontinuidad o cuando menos, de energías de otro orden. Es ahí donde las teorías de cuerdas ofrecen una explicación que parece menos osada por haber sido planteada por doctores de la física.


Con respecto a la otra gran discontinuidad que supone la energía gravitatoria con respecto de la electromagnética o la nuclear hay diferentes direcciones de investigación. Los costosos labor
atorios de las fuerzas armadas tratan de estabilizar antimateria y de darle cuerpo o averiguar cómo se capturan los etéreos gravitrones para conseguir entre otras cosas potentes naves silenciosas y veloces capaces de los movimientos imposibles observados en algunas de las supuestas naves extraterrestres.

Desde otra perspectiva radicalmente antitética algún lama o algún chamán en alguna parte del mundo se elevan sin ayuda de naves por encima de las nubes para contemplar, por ejemplo, el sistema solar como un átomo de… veamos la tabla periódica… un oxígeno, un fluor tal vez: ocho o nueve orbitales (Mercurio, Venus, Tierra, Marte, ¿Ceres?, Júpiter, Saturno, Uran o, Neptuno), dos a cuatro valencias conocidas (Plutón, Heumea, ¿Makemake?, ¿Eris?…), me sirve un balón de oxígeno. Un poco más lejos, es decir, un orden más grande, ¿cómo vería este mago a la galaxia? ¿cómo una cadena de ADN tal vez? Y aún más allá, ¿cómo vería al cúmulo de galaxias? ¿como un brote de espinosa ayahuasca tal vez? Y un poco más allá ¿se vería a sí mismo observándola apta para su recolección?

Como es arriba es abajo. Un inst ante es una eternidad desde otro punto de vista. Todo es uno. Uno es el todo. El Bigbang es ahora. Todo es cuestión de vibración, o como está de moda decir, de cuerdas.

El volumen del observador determina la dimensión y el tiempo de lo observ ado. La consciencia puede expandirse a voluntad y a velocidad superior que la de la luz. Un pequeño ejercicio de expansión de consciencia es el recorrido que hace la cámara virtual que me refería al principio, en la última escena de “Men in black”. ¿Qué diferencia hay entre un fotón y un cometa? Nadie lo sabe. No es demostrable por inducción ni cuantificable su masa o su volumen por mucho que se ajusten los márgenes de las estimaciones.

¿Qué mecánica
está más cerca de encontrar el efímero positrón, el ansiado gravitrón o el venerado éxtasis místico, el mayor acelerador de partículas o el trance druida? ¿Llegará la emancipada humanidad a capturar en tubos de ensayo los escatológicos, porqué no inventar la palabra, espiritrones?

La gravedad es un fenómeno intrínseco a la masa que deviene débilmente de su agregación o proximidad. No se conoce su mecánica, tan sólo sus efectos. Se sabe que hay regiones del universo donde la materia surge espontáneamente (agujeros blancos) debido a ciertos valores de antigravedad, y, otras regiones donde la materia desaparece espontáneamente (agujeros negros) debido a valores extraordinariamente elevados de gravedad. Entre ambos extremos de la gravedad hay umbrales donde la materia cambia bruscamente de comportamiento, estado o apariencia (sólido, liquido, gaseoso, luminoso, infrarrojo, etéreo…).

Con lo mental, o espiritual parece darse un paralelismo asombroso, aunque esto no es interesante desde el punto de vista rentable para los laboratorios. Una mente o espíritu es también el resultado de una agregación de conocimiento que luego deviene en actitudes, sentimientos y obras. Espiritualidad o mentalidad tiene también mecanismos de expansión que desconocemos y al igual que la gravedad sólo tenemos evidencia de sus efectos.

Por desgracia tan pronto comenzó a escribirse gráfica o jeroglíficamente el árbol de la sabiduría, el ser humano de lengua bífida y cuya razón serpentea por el polvo comenzó a comer su fruto, es decir, a vivir del conocimiento ancestral escrito, y lo patentó como revelado para utilizarlo como fuente de lucro (y qué lucro), y luego al sentirse legítimo propie
tario se sintió también legitimado para canonizar su sentido, cristalizar su significado filtrando lo que pudiera poner en evidencia su montaje.

Desde entonces toda re-ligión des-liga de la realidad, y obstaculiza al conocimiento. El predicador descubre que puede “vivir del sudor del de enfrente” y además no se le estropean las manos, desde entonces lee lo que le apetece de lo que le mandan del tronco inerte, nido de víboras y laberinto de muñones y cicatrices en que han convertido aquel árbol al que se aferraron tal día como botín de guerra.

Así, tenemos por un lado los peligrosos acelera
dores de partículas modernos, y por otro, la grandísima variabilidad de fundamentalismos dispuestos a explotar todo lo circundante hasta la extenuación. Así como un experimento puede devastar miles de hectáreas de bosque como en Tunguska, puede destruir interiormente a un ser humano el sentimiento denominado “vocación” o la figurada “llamada de dios”. Ambas desgracias tienen efectos irreversibles y se mitigan sólo a través del conocimiento.

Y así como conocemos diferentes estados de la materia donde no sabemos si la gravedad es causa o efecto, sólo sabemos que se producen en saltos abruptos al traspasar ciertos o supuestos valores críticos de agregación, tenemos paralelamente en el espacio de la vibración mental el salto de la inconsciencia a la vocación interior, y de ésta al a manifestación colectiva de nihilismo que se produce en semana santa, el pilar, o el rocío, y desde agregaciones de este tipo a las organizaciones tipo ku-kus-clan, opus-dei o legionarios de cristo, y de un salto más a las guerras santas, barridos de la heregía, limpiezas étnicas, guerras mundiales... guerras preventivas...

Comprendo que este artículo se ha convertido en una bulliciosa sopa de física, parafísica, metafísica y cruda realidad pero es que todo está relacionado en el cosmos <>.

El debate queda abierto. Feliz viaje. Abrazos.
Un rapsoda nocturno.